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Dormir toda la noche, especialmente en los primeros años de vida del niño, puede parecer un sueño para muchos padres. Al principio, parece que el recién nacido confunde el día y la noche, luego vienen los cólicos, después la dentición y luego las pesadillas. Ser padre y madre puede ser muy agotador.

Algunos niños consiguen estabilizar su ritmo con el paso del tiempo, mientras que para otros el camino parece ser mucho más difícil. No hay una regla única para todos, pero hay una serie de consejos que pueden ser muy útiles para regularizar los patrones de sueño de los niños.

Entre las opiniones de pediatras y pedagogos, los estudios médicos y las recomendaciones, hemos intentado arrojar luz sobre el mundo del sueño infantil. El sueño no depende exclusivamente de lo que ocurre durante la noche, sino de un gran número de factores, hábitos y comportamientos que pueden tener un impacto positivo o negativo en el sueño.

Veamos 12 trucos para ayudar a tu bebé a dormir toda la noche.

1) La diferenciación entre el día y la noche

La alternancia entre el día y la noche no está clara para el bebé. Durante los primeros meses de vida, todo el día está marcado exclusivamente por el ritmo de las comidas.

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Las hormonas que intervienen en la producción de leche son la prolactina y la oxitocina. La oxitocina también es responsable de las contracciones que desencadenan el parto y se produce principalmente durante el sueño, por lo que la mayoría de los partos se inician en mitad de la noche. Esta premisa es necesaria para entender cómo, al menos en la primera fase, es muy raro conseguir que un bebé duerma toda la noche, sobre todo cuando es amamantado. Dicho esto, con el paso de los meses es posible adoptar una serie de estrategias, rituales y buenos hábitos para acompañar al bebé a una adecuada diferenciación entre el día y la noche.

2) Establecer un espacio para dormir

Identificar un lugar preciso y cómodo para dormir es fundamental. Como recomienda la pedagoga italiana Montessori Grazia Honegger Fresco, autora del libro “Facciamo la nanna”, hasta el año de edad el niño debe dormir cerca de sus padres. Tanto si prefieres que tu hijo duerma en la cama o en una cuna en tu habitación, esta práctica ayuda a tu hijo a armonizar su patrón de sueño con el de los adultos más rápidamente. Un estudio de la Academia Americana de Pediatría también recomienda este método para prevenir la muerte de cuna o SMSL. Dormir al lado de los padres garantiza un sueño tranquilo pero más ligero para el bebé, que así puede despertarse en caso de regurgitación, manta en la cara u obstrucción de las vías respiratorias.

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3) La cuna y el cuarto

A partir del año de edad, se puede acompañar al niño hacia una primera forma de autonomía, aprendiendo a dormir en la cuna o incluso en su propia habitación. Es importante que el cambio de hábito no sea repentino, sino gradual. El cuarto debe ser un lugar acogedor y a prueba de niños. La cama debe ser segura -con barras altas y tapizadas- o de inspiración Montessori, colocada en el suelo para que el niño pueda alcanzarla y salir de ella de forma autónoma. Además, la habitación no debe estar demasiado caliente y debe tener el nivel adecuado de humedad. Es crucial vivir la habitación junto con el niño, dedicando tiempo a los juegos o quizás a la lectura en esa misma habitación. A la hora de dormir, acompañe al niño hacia los brazos de Morfeo, permaneciendo con él hasta que se sienta lo suficientemente seguro como para dormirse: no debe sentirse abandonado.

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4) Las luces y el sonido

Los bebés no aprecian la oscuridad total y la ausencia total de sonido. Lo que más calma a un bebé recién nacido (pero más generalmente a los niños) son las luces cálidas y suaves y los ruidos blancos. La creación de un contexto similar a la hora de dormir casi les devuelve al entorno del vientre materno, cuando la percepción de los sonidos estaba amortiguada y la luz era muy tenue. El ruido blanco se llama así porque está formado por la suma de muchas frecuencias sonoras, al igual que la luz blanca, que es la suma de todos los colores del espectro visible. Un estudio británico, publicado en 1990, demostró su eficacia en bebés privados de sueño, el 80% de los cuales se durmieron tras sólo cinco minutos de escucha. Los aparatos que emiten ruido blanco deben colocarse a cierta distancia del bebé, a un volumen bajo y apagarse una vez que el bebé se duerma.

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5) Las siestas durante el día

Los bebés suelen dormir entre 14 y 18 horas al día, pero, hasta los 5 años aproximadamente, todos los niños necesitan una siesta por la tarde. Para distinguirlas claramente de los largos periodos de sueño durante la noche, una buena estrategia es hacerlas en lugares distintos al espacio dedicado a dormir. En un cochecito, en una camilla, en el sofá o tal vez en una hamaca, preferiblemente en un espacio de la casa dedicado a las actividades diurnas. También es una buena idea no hacer la casa tan silenciosa como por la noche durante las siestas para marcar la diferencia.

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6) Establecer una rutina

Si durante el día las actividades pueden ser diferentes y variar según los días de la semana, por la noche debe haber una rutina precisa que el niño pueda reconocer. La cena debe hacerse siempre a la misma hora y debe enmarcarse en un contexto de rituales precisos. Según Fresco, el momento ideal para empezar es entre las 6 y las 8 de la tarde con un baño caliente (agua a 38 grados centígrados) de unos 15 a 20 minutos. Luego hay que ponerse el pijama y sentarse a cenar. Deben pasar un par de horas después de la cena para permitir la digestión. Durante este tiempo, se recomiendan los juegos tranquilos, la música relajante o el canto y la lectura de libros. Si adoptas esta rutina desde el nacimiento, seguro que será más fácil acompañar a tu bebé a un sueño más tranquilo y, por tanto, más duradero.

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7) ¿Quién pone al bebé a dormir?

Para muchos padres, este tema es una fuente de conflictos. A menudo ocurre que el niño tiende a dormirse más fácilmente con uno de los padres que con el otro y que no puede dormir en absoluto con los abuelos, los familiares o las niñeras. Para un reparto más equitativo de los esfuerzos y para que el niño sea más independiente de sus padres, es una buena idea centrarse en la rutina de acostarse desde el principio. Son las prácticas y los hábitos los que llevan al bebé a dormir, no la persona que los realiza. Esto no significa que cualquiera pueda dormir a tu hijo: es necesaria una relación íntima basada en la confianza. Lo que sí es cierto es que la autonomía que otorga este tipo de enfoque contribuirá a formar la actitud del niño, que tenderá a ser más autónomo, independiente y extrovertido incluso cuando llegue el momento de dejarlo en la guardería o en el centro de día. Créanme, ¡la relación madre/papá también se beneficiará mucho!

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8) Los alimentos para facilitar el sueño

En el primer Foro Internacional Paidoss, celebrado en Nápoles en 2014, se puso de manifiesto cómo la alimentación puede estar relacionada con los trastornos del sueño infantil más comunes. Una vez que tu hijo sea capaz de comer en la mesa, es bueno elegir los menús adecuados para facilitar la digestión y el sueño. Alimentos como la leche, el yogur, el arroz o las legumbres contienen triptófano, un aminoácido que actúa sobre los mecanismos de regulación del estado de ánimo, lo que da tranquilidad a tu hijo. El calabacín, las zanahorias, las ciruelas, el pollo o las espinacas también pueden ayudar, ya que contienen potasio, un mineral que regula los latidos del corazón. Hay que evitar la carne roja, el pescado, el brócoli y los productos de chocolate, ya que son demasiado energéticos y más adecuados para el almuerzo.

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9) Infusiones antes de dormir

Las infusiones y tisanas también pueden darse antes de acostarse, quizá para empezar a sustituir la última toma o biberón de leche antes de dormir. La manzanilla, el espino, la melisa, el tilo, la valeriana o la verbena son ideales para favorecer el sueño siempre que no estén endulzados con azúcar. Para que la tisana sea más agradable al paladar, se puede endulzar con miel. Paola Marangione, jefa de Neonatología y Patología Neonatal de Humanitas San Pío X, recomienda el uso de infusiones en la alimentación de los bebés, ya que son un alimento natural y saludable. Sin embargo, también subraya que no debe administrarse a niños menores de un año. De hecho, la flora bacteriana intestinal de los bebés aún no está completamente formada y las esporas que contiene la miel podrían causar botulismo infantil, una forma grave de intoxicación.

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10) No canses demasiado el niño durante el día

Durante el día, incluso cuando es muy pequeño, el bebé debe tener libertad para moverse y explorar el mundo que le rodea. En casa, el recién nacido debe estar en superficies amplias que favorezcan sus progresos, como darse la vuelta o empezar a moverse hacia objetos de interés, y debe salir a pasear al menos una vez al día. Cuando el bebé es mayor, las actividades aumentan: puede ir a la guardería, al parque infantil, visitar a los familiares o seguir a los padres en sus tareas diarias. Lo importante es equilibrar las actividades con la necesidad de descanso del niño. Cansar al niño en exceso no hará que se duerma por la noche. Cuando un niño está demasiado cansado se vuelve inquieto, nervioso e irritable, lo que convierte la hora de acostarse en una auténtica pesadilla.

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11) Hay que evitar los monitores y el televisor

En 2019, la Organización Mundial de la Salud publicó el documento titulado “Directrices sobre la actividad física, el comportamiento sedentario y el sueño” que, entre otras cuestiones, también define el número de horas que un niño, en función de su edad, debe pasar frente a una pantalla. El acceso a dispositivos como tabletas, televisores o PC debe negarse a los niños menores de un año, y de 2 a 4 años no más de una hora. Además de los contenidos cuestionables que se pueden encontrar en la televisión o en Internet y del carácter sedentario de esta práctica, también se pone de manifiesto lo perjudiciales que pueden ser las pantallas para el sueño y cómo el abuso de estas tecnologías conduce a una verdadera atrofia de la capacidad emocional. Por lo tanto, en las horas previas a la hora de acostarse, se desaconseja absolutamente el uso de cualquier dispositivo electrónico.

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12) Los Despertares nocturnos y las pesadillas

A pesar de la adopción de buenas prácticas para favorecer el sueño, los despertares nocturnos deben considerarse absolutamente normales. En la primera fase, es probable que coincidan con las tomas, por lo que, en la medida de lo posible, hay que intentar ser rápidos para no transformar el despertar en un llanto desesperado difícil de consolar. Cuando el bebé es mayor y empieza a dormir solo, los motivos para despertarse pueden ser la búsqueda de agua, la necesidad de ir al baño o quizás un mal sueño. En esta fase es fundamental mantener el cuarto como punto de referencia y reunir al niño en su propia habitación para satisfacer su necesidad. En particular, cuando se trata de miedos, llevarlo a la cama de los padres puede resultar extremadamente contraproducente. Llévale a su habitación y ayúdale a calmarse haciéndole entender que ese es el lugar más seguro.

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